Por: Shirly Nicole Mercado
Máster en Psicopedagogía y Docente del Diplomado en Terapia de Aprendizaje y Modificación Conductual – CEAPSI
Todos los automóviles necesitan un combustible para arrancar. Algunos funcionan con gas, otros con gasolina, otros con electricidad. No importa el año, la marca, el color o el estado del vehículo, ni siquiera las habilidades del conductor o cuanta experiencia tenga: sin combustible, no podrá moverse pese a los intentosnque podamos realizar.
La motivación funciona de la misma manera, esta sirve de combustible que potencia el aprendizaje de nuestros alumnos. El cerebro humano no aprende únicamente con información; trabaja en base a cognición, emoción y motivación, y es la integración adecuada de estos tres elementos lo que permite que la enseñanza sea significativa y duradera, y mucho más en edades tempranas y aprendizajes relacionados a la lectoescritura.
La motivación como motor del aprendizaje
Aprender a leer y escribir no es un proceso mecánico, ni natural. La lectoescritura requiere enseñanza explícita que va a requerir del niño atención, memoria, esfuerzo y práctica constante. Pero sin un motor interno que impulse a los niños a involucrarse y a disfrutar este proceso, ese aprendizaje se vuelve pesado y en ocasiones frustrante, entorpeciendo su efectividad.
La motivación es ese motor. Cuando un niño siente curiosidad, interés o satisfacción al aprender, su cerebro libera neurotransmisores como la dopamina, que fortalecen las conexiones neuronales y favorecen la consolidación de lo aprendido generando más aprendizaje.
El papel de la emoción en la lectoescritura
La emoción es el puente que conecta la motivación con la cognición. Numerosos estudios en neurociencia han demostrado que el aprendizaje acompañado de emociones positivas es más efectivo y se mantiene a largo plazo.
La razón es sencilla: cuando el niño experimenta alegría, interés o seguridad, la amígdala cerebral actúa como facilitadora, permitiendo que la información llegue al hipocampo y se almacene con mayor facilidad.
En contraste, cuando el aprendizaje está acompañado de miedo, ansiedad o frustración, estas emociones bloquean el acceso a los sistemas de memoria y reducen la capacidad de atención, entorpeciendo significativamente el proceso de enseñanza de la lectoescritura.
Un niño que se siente inseguro frente a las letras o que ha sido ridiculizado por leer con dificultad, aprende más lentamente, no por falta de capacidad o malas estrategias de quién lo está enseñando, sino por la interferencia emocional negativa. La alfabetización, por tanto, no puede desligarse del entorno emocional. Un aula donde se celebra cada pequeño avance y se transforma el error en oportunidad de aprendizaje genera un clima emocional que favorece la adquisición de la lectoescritura.
Estrategias para potenciar motivación y emoción
Los docentes y terapeutas tenemos en nuestras manos la posibilidad de encender el combustible correcto. Algunas estrategias innovadoras incluyen:
- Gamificación del aprendizaje: convertir la lectura en retos o juegos que despierten la curiosidad.
- Vinculación con intereses personales: si el niño ama los animales, utilizar textos e imágenes relacionadas para mantener su atención.
- Refuerzo positivo inmediato: celebrar los avances, aunque sean pequeños, refuerza la confianza y el deseo de seguir intentando.
- Narrativas emocionales: usar cuentos y relatos que conectan con experiencias de vida, despertando emoción y sentido.
- Ambiente seguro: un espacio donde equivocarse no genere vergüenza, sino aprendizaje, reduce el bloqueo emocional y aumenta la disposición a participar.
En conclusión, la lectoescritura no se adquiere únicamente con métodos, teoria y materiales. Requiere un componente invisible, pero indispensable: la motivación y la emoción. Igual que un vehículo necesita combustible para arrancar, el cerebro infantil necesita experiencias que lo impulsen a aprender con alegría y confianza. El docente que logra despertar ese motor no solo enseña a leer y escribir, sino que abre puertas para toda la vida.
Referencias
- Immordino-Yang, M. H., & Damasio, A. (2007). We feel, therefore we learn: The relevance ofaffective and social neuroscience to education.
- Mora, F. (2013). Neuroeducación: solo se puede aprender aquello que se ama.
- Guthrie, J. T., Wigfield, A., & You, W. (2012). Instructional contexts for engagement and achievement in reading.