Hace algunos años, cuando iniciaba mis estudios de maestría en Intervención Sistémica, leí por primera vez el concepto de profecía que se autocumple; el concepto llamó mi atención, pues no suele ser común que nos detengamos a pensar en que nuestras propias acciones podrán ser el vehículo que nos conduzca hacia nuestros principales temores, tal es el caso relatado en el Complejo de Edipo, en el que el temor a que el hijo asesinara a su padre, lleva a tomar una decisión que conduce justo al cumplimiento de lo profetizado y temido.
Hoy día, vivimos sumidos en una amplia lista de temores; situaciones que forman parte de nuestra cotidianidad, pero que por razones bien diversas, las sentimos fuera de nuestro control. Tememos a quedar mal ante los demás, a perder amistades, a ser tratados de manera injusta, a perder recursos, inversiones o nuestro empleo; sin embargo, muchas veces damos pasos inapropiados fruto de nuestra ansiedad por controlar los resultados, al punto que empujamos la situación hacia el resultado temido.
¿Qué podemos hacer entonces, si queremos controlar las diferentes posibilidades y a la vez queremos evitar ser víctimas de alguna profecía autocumplidora? Las Sagradas escrituras nos señalan el primer elemento a tomar en consideración en Eclesiastés 3:1, cuando dice: “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora”. Estas palabras tienen una declaración poderosa, independientemente de si se es creyente o no, pues la historia humana ha demostrado que la vida presenta diferentes ciclos y en la medida en que seamos entendidos, seremos capaces de discernir el devenir de los tiempos, a fin de determinar cuándo esperar y cuando avanzar, cuando callar y cuando hablar, cuando llegar y cuando retirarse.
Si tomamos la decisión de adelantarnos a los tiempos, correremos el alto riesgo de poner en marcha algunas de las profecías que tanto tememos; sin embargo, esta realidad no ha de detenernos en nuestra toma de decisiones, más bien, ha de servirnos para actuar con la debida prudencia y cautela, considerando que por lo regular las mejores decisiones no surgen del improviso, sino que suelen ser fruto del debido análisis de una realidad aparente que se presenta ante nuestros ojos.
José Manuel Ortiz